COLABORARON EN EL DESARROLLO DEL CULTO
PACO JUSTICIA: PRESENTO Y ORO PONIENDO TODO EN MANOS DEL SEÑOR, ANIMANDO A LA IGLESIA A UN ENCUENTRO CON DIOS ALABANDOLE Y ADORANDOLE.
SALMO, 150:1-6 1 Alabad a Dios en su santuario; Alabadle en la magnificencia de su firmamento. 2 Alabadle por sus proezas; Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza. 3 Alabadle a son de bocina; Alabadle con salterio y arpa. 4 Alabadle con pandero y danza; Alabadle con cuerdas y flautas. 5 Alabadle con címbalos resonantes Alabadle con címbalos de júbilo. 6 Todo lo que respira alabe a JAH. Aleluya.
IGNACIO MARTINEZ: NOS ANIMO A OFRENDAR PARA SER PARTE DE LO QUE EL SEÑOR ESTA HACIENDO.
OSEAS, 14:2 Llevad con vosotros palabras de súplica, y volved a Jehová, y decidle: Quita toda iniquidad, y acepta el bien, y te ofreceremos la ofrenda de nuestros labios.
ADELA MANJON: HIZO LA INTRODUCCION A LA PALABRA.
1 PEDRO, 2:5 vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.
PILAR GONZALEZ: NOS DESPIDIO DANDO GRACIAS AL SEÑOR POR TODO.
Jueves, 18 de Julio de 2013
LA TRAGEDIA DE ALGUNOS CRISTIANOS: ENFRIAMIENTO, TIBIEZA Y VUELTA AL MUNDO. Parte, I,
I Juan, 4:84:8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.
“Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni- caliente. ¡Ojalá fueses frío
o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni- cliente, te vomitaré de
mi boca.”
Apocalipsis 3:15-16
Una de las maneras más simples y seguras de determinar el estado de
salud de una persona es tomando su temperatura. Si usted ha sido alguna vez paciente de un
hospital, usted sabe que una de las primeras cosas que ellos hacen después de haber sido admitido, es poner un termómetro en su
boca, y continúan haciéndolo periódicamente hasta que
usted se va para su casa. En realidad no lo dejan salir del hospital hasta que
su temperatura es satisfactoria. Esto sucede porque la
temperatura alta es una indicación de que algo en nuestro organismo anda
mal.
Las palabras de nuestro texto de Apocalipsis que leímos al principio, y
que fueron dichas por el Cristo resucitado a la Iglesia
de Laodicea, demuestran que lo mismo sucede en el sentido espiritual. Es decir, la temperatura espiritual es una
indicación de salud espiritual.
Si nosotros prestamos tal atención a la
temperatura de nuestros cuerpos para determinar nuestra condición física,
¡cuánta más atención deberíamos poner a nuestra temperatura espiritual! Este
mensaje a la Iglesia de Laodicea nos ofrece una oportunidad para hacerlo.
Escuchemos cual dice Cristo que era la temperatura espiritual de esta iglesia
del primer siglo: No era caliente ni fría sino tibia. A continuación el Señor
usa una de sus más fuertes expresiones encontradas en el Nuevo Testamento “Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni
caliente, te vomitaré de mi boca”. En esta carta, que contiene
el estado espiritual de la Iglesia de Laodicea, observamos que Jesús primero
hace un diagnóstico de la condición espiritual de la iglesia, y después ofrece
una prescripción para su cura.
Consideremos primero el diagnóstico que el Señor hace de la condición
espiritual de la Iglesia de Laodicea. Pero no se olvide que este diagnóstico
tiene más que un valor histórico, porque lo que el Señor le dijo a la Iglesia
de Laodicea en el primer siglo, se lo ha dicho a la iglesia de cada generación,
y se lo dice también a la iglesia de hoy. Eso lo vemos en las palabras finales
de su mensaje: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu
dice a las iglesias” (3:22). Veamos
entonces, que es lo que Cristo tiene que decirle a la iglesia de hoy, no sólo
como cuerpo, sino también a cristianos individuales;
porque tanto ellos como las congregaciones pueden estar en una condición de
tibieza espiritual.
Para poder entender como esto se aplica a nuestra vida, observemos la
diferencia que hay entre lo que Cristo decía acerca de la temperatura
espiritual de los miembros de Laodicea; Y lo que ellos pensaban que era su
propia condición espiritual. Hay una realidad que podemos ver en la actualidad.
Muchas personas se muestran renuentes de ir donde el doctor.
Constantemente se quejan de dolores y síntomas de enfermedades, pero si usted
les sugiere que vayan donde el doctor, le dicen que todo está bien, que en
realidad no hay nada de que preocuparse. Y algunos de ellos cuando al fin
van donde el doctor, ya es demasiado tarde.
Lo mismo sucedía en esta iglesia de Laodicea. Las personas de esta
congregación tenían su propia idea de su salud espiritual.
Mire lo que ellos pensaban de sí mismos: “Yo soy rico, y me he enriquecido, y de
ninguna cosa tengo necesidad”(3:17a); pero esto es lo que
Cristo dice que era realmente su condición espiritual: “Y no
sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”(3:17b),
éste era el verdadero diagnóstico.
Aquí está una iglesia que pensaba que estaba bien espiritualmente.
Hacían alarde de su fuerza y de su condición; pero la verdad es que su estado
era deplorable. Ellos no eran fríos ni calientes, sino que estaban tibios.
Esto significa que eran solamente cristianos nominales. Es decir, profesaban creer en Cristo, muchos eran
incluso bautizados, se llamaban a sí mismos una iglesia cristiana; pero no
tenían ninguna de las gracias y de los frutos de un verdadero creyente. No
tenían nada de Jesucristo, ni del Espíritu Santo. Cuando Jesucristo les
dijo: ¡Ojalá fueses frío o cliente! (3:15),
no significaba que Él quería que fueran espiritualmente fríos. Lo que quería
era que ellos entendieran que el estado de tibieza espiritual es más peligroso,
que si ellos fueran totalmente fríos al Evangelio. La palabra “frío” aquí se
refiere a aquellos que no pertenecen a la Iglesia, a los inconversos que no
conocen al Señor, a los incrédulos. Es más fácil para las personas que no tienen
salvación convertirse a Cristo, que los cristianos nominales se conviertan en
verdaderos cristianos.
Alguno podría preguntarse cómo es posible que esta iglesia fundada por
los apóstoles –probablemente Pablo o Juan– estuviera en tan miserable condición
espiritual. Habían perdido todo su entusiasmo, su fervor y todas sus cualidades
espirituales. La respuesta a esa pregunta es dada en la carta enviada a la
Iglesia de Laodicea. La condición espiritual de esta iglesia era deplorable
porque había tomado su carácter del medio ambiente social y político de la
ciudad donde estaba situada; en vez de tomarlo del Señor. La ciudad de Laodicea
era una de las ciudades más ricas del mundo antiguo. Es frecuentemente
mencionada en libros de historia y literatura debido a su enorme riqueza.
Cuando la ciudad sufrió mucho daño después de un terremoto que hubo en el
primer siglo, rehusó la ayuda que Roma le ofrecía y fue reconstruida totalmente
con capital local. Materialmente, ellos no tenían necesidad de nada. Eran tan ricos
que pensaban que no tenían ni siquiera necesidad de Dios; Vivían para el
dinero. Las cosas terrenales habían usurpado en sus corazones el lugar que le
pertenecía únicamente al Dios invisible y eterno. Las riquezas que habían
ambicionado las habían obtenido, pero en su mundana prosperidad habían perdido
toda su riqueza espiritual. Por eso eran tibios.
Haríamos bien en recordar que ese mismo peligro existe entre nosotros
hoy. El materialismo es la única forma de vida que millones de españoles
conocen, y el peligro es que también se convierta en la única forma de vida
para la Iglesia. Por eso es importante escuchar la admonición que la Biblia
nos hace. “Si se aumentan las riquezas, no pongáis el
corazón en ellas” (Salmo 62:10). No nos olvidemos que la Iglesia
de Laodicea se volvió espiritualmente miserable porque tomó su patrón de vida,
del mundo y no de Jesucristo que es la cabeza de la Iglesia. Como muchas
iglesias están haciendo lo mismo hoy, nosotros también necesitamos escuchar lo
que el Espíritu dice a las iglesias. Recordemos que la tibieza es una condición
espiritual repugnante para el Señor.
Pero Jesucristo que es el Médico de médicos y Doctor de doctores, no
sólo nos deja con el diagnóstico, sino que también nos da la cura para este
mal. Veamos cual es el remedio prescrito por el Señor: “Por tanto, yo
te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y
vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu
desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas” (3:18).
(1) Al decir oro les recuerda el interés que ellos
tenían por las riquezas. Lo que Él
quería que ellos supieran es que las riquezas materiales tienen muchas
limitaciones. Por ejemplo: Nunca traen verdadera felicidad; No pueden curar la
soledad; No pueden comprar genuinos amigos; Son absolutamente sin valor en la
hora de la muerte.
Al decir oro refinado en fuego, el Señor sin duda se refiere a “una fe
viva y verdadera en Jesucristo. Es la única fe que puede pasar el fuego de la
prueba y era lo que ellos realmente necesitaban para curar su pobreza
espiritual.
(2) En vez de las prendas de lana que eran famosas
en la ciudad, lo que realmente necesitaban vestir eran las verdaderas prendas
que cubren la real desnudez del hombre, es decir, la desnudez de su pecado. Y estas vestiduras son, “La perfecta Justicia de Jesucristo”. El profeta Isaías dijo: “Todas nuestras justicias son como trapos de
inmundicia”. Por eso es que la única vestidura que cubre la
desnudez de nuestro pecado es la perfecta justicia de Jesucristo. Imputada en
la Justificación, e impartida en la Santificación.
(3) La tercera cosa que Jesucristo les dijo que
compraran de Él fue colirio para sus ojos. Laodicea era una ciudad famosa por sus descubrimientos médicos. Tenían
ungüentos que podían ayudar a restaurar la falta de visión. Sin embargo, lo que
los miembros de esta iglesia realmente necesitaban era el ungüento que abriera
sus ojos a su condición espiritual. Ellos no sabían que eran desventurados,
miserables, pobres, ciegos y desnudos (3:17). Por lo tanto, el ungüento que
tenían que comprar de Cristo que les permitiera ver su verdadera condición
espiritual era, la Persona del Espíritu Santo. Sólo Él podía traer convicción
de pecado a sus corazones. Sólo Él podía capacitarlos para abandonar su
obsesión por las riquezas. Y sólo Él podía convencerlos de su necesidad de
Cristo.
Hoy podemos comprar de Cristo todas estas cosas:
(a) Oro refinado en fuego (una fe viva y verdadera en Jesucristo)
(b) Vestiduras blancas (la perfecta justicia de Jesucristo)
(c) Colirio para nuestros ojos (la persona del Espíritu Santo).
Con Dios no podemos hacer tratos ni convenios, lo único que Él acepta es
la rendición total de nuestra voluntad. ¿Por qué? Porque es la única forma en
que podemos ser curados de ese mal fatal que es nuestra tibieza espiritual. Si
no tomamos la cura que Él nos ofrece, entonces moriremos. Isaías dijo: “A todos
los sedientos: Venid a las aguas; venid, comprad sin dinero y sin precio, vino
y leche. ¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en
lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra
alma con grosura”.
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